EL MONSTRUO DE AMSTETTEN. JOSEF FRITZL.
Elisabeth Fritzl, 24 años encerrada y violada por su padre
Las violaciones y abusos comenzaron cuando Elisabeth, la
tercera de siete hermanos, tenía sólo 11 años. Un año después, su violador, que
no era otro que su propio padre, comenzó a construir en el sótano de su
vivienda en Amstetten (Austria) el zulo en el que la tendría encerrada durante
24 años, y en el que engendraría con ella siete hijos.
A los 18 años el padre, ante la más que probable huida de
Elisabeth de la vivienda familiar, decide que ha llegado la hora de llevar a
cabo su plan, y una noche, medio drogada, la baja al sótano. Allí, durante casi
el primer año, la mantiene atada con una cuerda y la viola de manera brutal, en
ocasiones hasta varias veces al día.
Josef le hizo escribir una carta, que hizo llegar a la casa
de arriba, en la que dice que se ha ido de casa y que está bien, que no la
busquen.
A los cinco años, Elisabeth queda embarazada de su padre. Y
comienzan los nacimientos: Kerstin (24), Stefan (23), Lisa (21), Monika (19),
Alexander (17), Michael (mellizo de Alexander, fallecido a las 66 horas de
nacer) y Félix (10). Entre paréntesis aparece la edad que tienen en la
actualidad.
La joven sufrió los abusos de su padre durante todos estos
años, dio a luz sola, y tuvo que sacar adelante a sus hijos en condiciones
inimaginables. Pero lo hizo: a los tres que permanecieron en el zulo hasta el
final les enseñó a leer, a escribir, les educó y les habló de Dios.
Lisa, Monika y Alexander se criaron en la casa de arriba,
con su abuela Rosemarie y su padre-abuelo. Llegaban allí, con una nota de
Elisabeth en la que aseguraba que no podía hacerse cargo de ellos. La realidad
era que los subían por su insistencia, por enfermedades o por cualquier otra
razón.
Josef Fritzl, el monstruo de Amstetten, actuó por un enorme
deseo de poder
En sus declaraciones ante la Policía aseguró que el motivo
por el que encerró a su hija en el sótano de su casa, un zulo que él mismo
había ideado y construido durante los seis años previos, fue que quería
alejarla de las drogas.
Pero lo cierto es que Fritzl había comenzado a abusar de
ella cuando sólo tenía 11 años. Un año después de que se descubriera el horror,
Fritzl fue condenado a cadena perpetua a cumplir en un centro de internamiento
psiquiátrico.
Un hombre incestuoso, vanidoso, admirado por las mujeres,
déspota, severo, cerrado... Miles han sido los adjetivos que han definido a
Josef desde que fue detenido. "Deseaba tener hijos con Elisabeth. El
incesto se convirtió en una adicción", llegó a decir Josef a los que
estudiaron su caso sin ningún tipo de remordimiento.
Y es que el monstruo de Amstetten nunca se mostró
arrepentido de lo que hizo. Admitió la violación, el incesto, el secuestro, la
esclavitud... Lo admitió todo, sin arrepentirse de nada.
Los psicólogos dijeron que Fritzl sentía la imperiosa
necesidad de poseer por completo a alguien, fruto quizás de una mente perversa
forjada ya en sus años de niñez, con una madre muy dominante. "Yo crecí en
la época nazi, cuando el rigor y la disciplina eran muy importantes",
llegó a decir.
Y eligió a Elisabeth como su objeto de deseo, no solo sexual
sino fundamentalmente de poder, ejercido a través de un control total que
incluía el sexo, porque la joven era la más rebelde, porque él decía que era
"cabezota" y necesitaba reconducirla.
Desde la cárcel, Josef Fritzl, que no quiere hablar de
Elisabeth y sigue considerando que no hizo nada malo, asegura que continúa
amando a su mujer, Rosemarie.
Así era el zulo en el que Elisabeth Fritzl fue violada 3.000
veces
Los cálculos que la propia Elisabeth hizo al salir del zulo
de cuántas veces habría podido haber sido violada por su padre llevan a una
estimación de 3.000 en los 24 años que pasó encerrada en este zulo.
La mazmorra llegó a medir 55 metros cuadrados, aunque los
primeros años vivió en una estancia de
20 metros cuadrados, y los primeros meses, atada con unan cuerda que le
daba justo para ir al baño.
Con los años, Fritzl fue acondicionando la mazmorra para la
vida de su segunda familia. Añadió una habitación, llevó una lavadora, nevera,
radio y televisión… Les bajaba comida, plantas, ropa de cama…
Al zulo se accedía a través de una puerta de hormigón
que se abría mediante un mando a
distancia, con un sofisticado sistema electrónico que el mismo Fritzl había
ideado. Después había un habitáculo, donde situó la lavadora pocos años antes
de descubrirse el horror, que había insonorizado para amortiguar los ruidos.
A través de un pasillo de 60 cm de ancho y cinco metros de
largo se accedía a la habitación ampliada, en la que dormían los hijos. Un
dormitorio de 9 metros cuadrados que, mediante otro pasillo, daba acceso a la
sala-comedor-cocina-baño.
Y por un pasillo se llegaba al cuarto de Elisabeth, donde
Fritzl la violaba y donde puso una tele. El zulo estaba poco iluminado, aunque
Elisabeth le pidió a su padre que pusiera luces ultravioletas y les bajara
vitamina D para paliar los efectos de la carencia de luz solar.
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